Érase una vez, una niña llamada Claudia que paseando por la calle vio a un niño que se estaba haciendo pis y se puso a mear en un árbol. Ella entonces se dio cuenta que el niño tenía una colita para poder hacer pipí y se puso triste y triste porque pensaba que era un bicho raro. Caminando por la calle encontró a una gran amiga suya que se llamaba Carmela, le dio un abrazo y le contó preocupación.
Carmela empezó a reírse sin parar. Ja ja ja, ji ji ji. Y le dijo:
- ¿Cómo puedes decir que eres un bicho raro?. No eres un bicho eres una niña. Mira, te voy a contar todo lo que sé.
Claudia respiró tranquila por que las palabras de Carmela le aliviaron mucho. Y Carmela le empezó a contar:
- Las niñas no tenemos esa colita que se llama pene, pero tenemos un agujerito entre las piernas que se llama vagina y que es muy importante, porque cuando nos hacemos grandes de los ovarios, que son unas bolsitas que están guardadas dentro del agujerito, salen los óvulos que son como las canicas pero en pequeñito y que hacen mucha falta par que nazca el bebé.
Claudia muy entusiasmada preguntó a Carmela:
- ¿Y para que los niños tiene pene? ¿ es para poder mear los árboles?
Carmela rió y le dijo:
- No, Claudia. Los niños tiene pene que es alargadito y tiene unas bolsitas que se llaman testículos, y cuando los niños son mayores tiene espermatozoides.
- ¿ Qué son los “supertozones”?, dijo Claudia.
- No, se llaman espermatozoides y son unos animalitos con la cabeza muy muy grande y que tiene colita. Ves, es necesario que existan niños y niñas para que el espermatozoide y el óvulo se junten, ¡plas! y pueda nacer un bebé.
- ¡Ah! Entonces cuando seamos mayores y tengamos óvulos podemos tener un bebé, pero ¿cómo llegan los espermatozoides?
- Pues cuando un niño grande y una niña grande se quieren mucho, el niño mete el pene en el agujerito y los animalitos cabezudos salen desde los testículos a toda velocidad para alcanzar al óvulo. Así se forma una semilla que se hará grande para que nazca el bebé. Las niñas son las que guardan al bebé dentro de su barriga durante mucho tiempo hasta que el bebé ya no cabe y tiene que salir.
- Muchísimas gracias Carmela, ahora estoy mucho más tranquila y sé que no soy un bicho raro, sino la niña más feliz.
Lucía Campello Vicedo